La relación entre el cristianismo y el arte

La Iglesia ha acudido desde sus inicios a las palabras y a los símbolos para transmitir el Evangelio: ha utilizado la arquitectura para crear espacios propicios para el culto y las artes plásticas con el fin de representar los contenidos de la fe y de la moral, buscando la aproximación del hecho religioso a la vida de piedad de los fieles.
En el arte cristiano existe una intención didáctica por la que, en épocas o lugares de escasa alfabetización, las expresiones figurativas de lo divino han significado una verdadera catequesis para los fieles. El pueblo aprende la fe católica en los muros de las iglesias mejor que en un libro abierto, gracias a las representaciones simbólicas y temáticas que se plasman en ellos.
Estas representaciones han recogido—y siguen haciéndolo—la mayor parte del contenido de la doctrina cristiana, expresándolo de un modo comprensible para la mayoría del pueblo cristiano. «Las imágenes proclaman el mismo mensaje evangélico que la Sagrada Escritura transmite mediante la palabra, y ayudan a despertar y alimentar la fe de los creyentes» (Compendio del CEC, n.º 240).
En cuanto a los sonidos, el uso de una tonalidad musical concreta para un canto no es arbitrario, sino que intenta transmitir un determinado sentimiento religioso referido al acto de culto que se realiza: alegría, dolor, gloria, admiración, veneración, etc.
La cuestión de las imágenes
Hacia los siglos VII y VIII, algunos cristianos, bajo la influencia de las ideas del judaísmo y del islam, se opusieron al culto a las imágenes, de modo que se llegó a la expresa prohibición de toda imagen sensible de lo divino y lo santo. Sin embargo, el catolicismo reivindicó un nuevo concepto de la imagen a partir del misterio de la Encarnación: Cristo, Dios hecho hombre, es el supremo Icono, y la raíz de una cultura en la que también las formas sensibles pueden quedar abiertas a la trascendencia.
El Concilio de Nicea del año 787 justificó el culto («veneración respetuosa») a las imágenes sagradas, pues «el que venera una imagen, venera en ella la persona que en ella se representa».
Los principales grupos icónicos
La Iglesia se ha servido de imágenes para enseñar diversas doctrinas y contenidos de la fe y de la moral cristianas. Analicemos las más importantes.
Símbolos cristianos primitivos: nacieron con la Iglesia primitiva y señalan el nombre de Cristo (crismón) o lo representan (pez, panes, espigas). A veces se trata de imágenes de origen pagano, pero de comprensión especial entre los cristianos (el Buen Pastor, el maestro, la barca de la Iglesia, etc.).
Bestiarios: el cristianismo utilizó imágenes de animales y plantas desde sus inicios. Así, por ejemplo, la envidia y la astucia se representan mediante una serpiente, y otras imágenes sirven como símbolos positivos (Cristo se representaba como un pelícano o un cordero; los evangelistas,mediante el grupo ángel-león-toro-águila, etc.).
Imágenes del Antiguo Testamento: se emplearon, sobre todo, como alegorías o profecías de un misterio de fe (Jonás y la ballena son imagen de la Resurrección; la asunción de Elías, de la vida eterna; Adán, Eva y la serpiente, del pecado; el sacrificio de Isaac, de la fe, etcétera).
Series del Nuevo Testamento: se desarrollan mediante imágenes de la estancia de Jesucristo. Se organizan en tres ciclos: niñez y vida de María, vida pública y escenas de la Pasión, Muerte y Resurrección).
Representaciones de la divinidad: tienen muchas lecturas y suelen constituir un compendio gráfico de los dogmas de fe: representaciones de Jesucristo como juez o bendiciendo, representaciones simbólicas del Padre (ojo, mano), del Espíritu Santo (paloma, llama) y de la Santísima Trinidad (triángulo, pirámide, trío antropomorfo).
Iconos marianos: además de las series evangélicas, la Virgen María recibe un tratamiento especial en el arte cristiano, sentada con el niño, representa la maternidad divina; adolescente sobre la luna, su Inmaculada Concepción; coronada, reina de todo lo creado; durmiente, su Asunción).